Rock Bottom fue seleccionada para participar en la sección oficial del Festival Internacional de Animación de Annecy, el más importante del viejo continente. El largometraje narra el proceso de composición del álbum Rock Bottom (1974) y la vida posterior de su autor, el músico británico Robert Wyatt. Allí, en Annecy, se estrenó el film, el junio pasado, justo cuando se cumplían 50 años de la publicación del álbum.

 

La homonimia de película y álbum está más que justificada porque, en palabras de la directora, la música es el 80% del film. El resto es la letra y la vida de Robert Wyatt; mala vida y malas letras como fundamento del antimusical animado que propone María Trénor. La directora invierte los clichés del musical para ofrecernos una dosis de realidad con un inicio rítmicamente tan vibrante que es difícil de sostener hasta el final. La dosis incluye una mezcla de alta condensación de arquetipos animales para reflejar nuestras relaciones sociales. Gracias a un prodigioso trabajo de los equipos de animación, esparcidos por todo el globo, las letras de Wyatt se hacen imagen. ¡Hágase la luz! Gracias a la brillante labor del responsable de sonido, con un uso asombroso de la IA, las melodías de Wyatt ganan enteros en los altavoces de la Filmoteca Valenciana. ¡Hágase la armonía!

 

Wyatt suplía con melodías hipnóticas las lagunas de significado de las letras que odiaba escribir. Se le escapaban significantes que buscaban un significado. Las imágenes de Rock Bottom suplen también las carencias de las letras e investigan la polisemia de bottom. Escudriñan el fondo marino de Mallorca con unos movimientos ondulatorios tan exitosos como el balanceo animado de varias nalgas perfectas: bottoms diferentes de un único significante. 

 

Los diferentes sentidos de bottom son los fundamentos sobre los que edifica Trénor una trama coherente: sobre los que nadan los cuerpos desnudos en el Mediterráneo y sobre los que se contonean y bailan en Nueva York: sobre los que yacen en una carretera de la Serra de Tramuntana y en una acera neoyorquina. Pasiones, muertes y resurrecciones. Así, los múltiples significados de bottom interactúan en el film hasta descender a las tres generaciones de la materia con el nombre de un quark

 

Más bottoms todavía. El bottom de un erizo, suave e inferior, contrasta con su superior coraza punzante. En la película, el bottom de Wyatt y el del erizo (hedgehog) coinciden en el descenso de la carretera de la serra de Tramuntana gracias a la animación de la letra de Little Red Riding Hood:

 

I lie in the road, try to trip up the ing cars

Yes, me and the hedgehog

We bursting the tyres all day

As we roll down the highway towards the setting sun 

 

Las letras y la vida de Wyatt esperan un sentido que nunca llega, como un coche que destripe juntos a músico y erizo sobre la carretera de Tramuntana. La historia de amor autodestructivo entre Wyatt y su compañera los sumerge en la investigación infructuosa de un sentido entre la cultura hippy de los setenta: verano en Mallorca, pesadilla y viaje. Entre la euforia y la angustia malviven de la creación artística. Luchan contra la rutina hasta que la lucha acaba siendo rutinaria. Entre el odio y la necesidad, estrechan los vínculos con las personas con quienes conviven, pero estos lazos no mantienen el sentido, como las letras de Wyatt. 

 

Rock bottom nos muestra, en suma, un dilema universal: nos necesitamos y nos pinchamos como los erizos. Así se entrelazan canción de Wyatt, la película de Trenor y los Parerga y Paralipomena (1851) de Schopenhauer, en los que el pensador alemán explica el dilema de los erizos: cuanto más estrecha sea una relación, más probable es que acabe haciendo daño. Inversamente, cuanto más lejana, más probable será que provoque nostalgia y deseo de unidad. Como los erizos: si se acercan el uno al otro, los pinchos de uno hacen daño al otro; pero, si se alejan, se enfrían y sienten la necesidad de estar cerca para calentarse por bajo. Bottom: el dilema perpetuo del deseo de unión y soledad. Insoluble. Equívoco.